Sobre la partitura de Flamma Flamma -Réquiem del Fuego-, del belga Nicholas Lens, pude realizar un trabajo que maduré durante varios años. Cuando conocí la pieza musical, se inició el impulso que dio lugar a mi trabajo coreográfico. La música, sin saber porque, unía en mi mente con una frase que había quedado desde hacía mucho tiempo vibrando en mi: “Lo único que hace soportable la vida es el conocimiento de que llegará a su fin, aceptarlo es la única manera de disfrutar de ella libremente y sin condiciones”. Una reflexión que afirma desde lo negativo: sólo habría la posibilidad de placer porque sabemos que hay un final. Busque estar equidistante de lo trivial de una danza de fuego y de lo existencial regulando y dosificando secuencias, formas, reuniones de grupos pequeños con grandes y solos. Todo eso llevó la construcción de Flamma Flamma a un perfecto límite, que para mi es la suma de una potencia y sobriedad especial, como de una fuerza y entrega contundente, donde todos los integrantes de la compañía llegaron a una mesura expresiva que considero maravillosa y exacta para mis emociones y los fines que había buscado. Mauricio Wainrot
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